jueves, 28 de enero de 2010

Cordero defendido por un cómplice


Dime qué hiciste y te diré quién te defiende

Cordero es defendido por un ex agente que operó para la SIDE

El abogado, especializado en la defensa de ex represores, fue miembro de un grupo de tareas durante la dictadura argentina y pudo conocer a Cordero. El torturador uruguayo continúa en el Hospital Militar para que mejore su salud antes de trasladarlo a la cárcel de Marcos Paz.

Roger Rodriguez | rogerrodriguez@adinet.com.uy

La República, 28 enero 2010





El abogado de represores que estuvo en un grupo de tareas


Sinforiano en acción. Este subteniente de reserva es el defensor predilecto de muchos militares juzgados por sus crímenes.

10-01-2009 / El paso oculto de Eduardo San Emeterio por el terrorismo de Estado. Adquirió cierta fama entre los represores por sus servicios como abogado. Ahora trascendieron otro tipo de servicios que prestó durante la dictadura.
Por Ricardo Ragendorfer

En relación a la nota El final de una vida pública –aparecida en el número 33 de Miradas al Sur–, la cual hace referencia a la prisión preventiva aplicada al ex integrante del Batallón 601 Julio Alberto Cirino, su abogado, Eduardo Sinforiano San Emeterio, envió, con fecha del 5 de enero, la siguiente carta documento:

“Intímole (sic) para que en el plazo de 48 horas (cuarenta y ocho) a partir de la recepción de la presente carta documento ratifique o rectifique la falsa y tendenciosa información introducida en su periódico de fecha 04 de enero del corriente año en la página 26, en la que textualmente informa: ‘Detrás de él, sus defensores cruzaban miradas incómodas. Uno era el polémico ex presidente de la Cámara de Casación, Alfredo Bisordi; el otro, Eduardo Sinforiano San Emeterio, un ex agente de la Side que supo integrar el staff de Automotores Orletti, luego de un grupo de tareas de la Fuerza Aérea’. De no recibir respuesta favorable a la presente intimación en el plazo y condiciones aquí contenidas, procederé sin más trámites a promover las acciones judiciales pertinentes (art. 109 y 110) del Código Penal)”.

Lo cierto es que este hombre, hijo y nieto de militares, nacido el 20 de abril de 1951, adquirió cierta celebridad hace unos años al sumarse al elenco estable de los letrados que suelen defender a civiles y militares acusados por delitos de lesa humanidad. En este aspecto, no sería justo omitir su fervor querulante.

Al respecto, su apuesta más audaz fue pedir –junto con Bisordi– que se abra un juicio por la verdad –como los que se han realizado para conocer el destino de los desaparecidos– pero en este caso con el propósito de llevar a los estrados judiciales a quienes integraron organizaciones revolucionarias armadas entre 1959 y 1989. Su intención, desde luego, consiste en equiparar sus actos con los crímenes de la dictadura. También inició toda una serie de denuncias penales –que sistemáticamente fueron desechadas por la Justicia– contra el ex presidente Kirchner, el ministro Aníbal Fernández, el ex jefe del Ejército, Roberto Bendini –de éste además pidió su baja–, la integrante del Consejo de la Magistratura Diana Conti, entre otros. Y siempre por “traición a la patria”, indignado por el avance de los juicios, a los que considera parte de “un plan diabólico y sistemático”.

También suele desenvainar su pluma con fines extrajudiciales. En uno de sus escritos seudobiográficos, consigna:

“Hace ya 40 años y siendo un joven de 16, y orgulloso cadete, hice un juramento irrenunciable a
mi patria, el de seguir constantemente a mi bandera y defenderla hasta perder mi vida. Junto conmigo (sic) muchos de los que hoy están injustamente detenidos hicieron el mismo e idéntico juramento. Ellos lo cumplieron, muchos hasta el límite, ofrendando lo más valioso, su vida y en muchos casos las de sus propios hijos. Hoy mi juramento como abogado es respetar y hacer respetar las leyes de la Constitución Nacional, manteniendo siempre mi primer juramento, a mi patria”.

Lo cierto es que este individuo esmirriado y de voz aflautada suele ufanarse –tanto en sitios de internet como en algunos programas de cable– de ser uno de “los abanderados de la memoria completa”.

Pero su fervor por el universo castrense no fue generoso en cuanto a su propia existencia: apenas alcanzó el grado de subteniente de reserva, tras egresar en 1968 del Liceo Militar.

No obstante, en 1971, con 20 años recién cumplidos, ingresó a la Side. Algunos años después, ya durante los inicios de la dictadura, se desempeñaría como chofer del titular de ese organismo, general Otto Paladino, quien además fue el factótum del centro clandestino llamado Automotores Orletti. Por entonces, Sinforiano solía acompañar allí a su jefe, entablando cordiales relaciones con personajes de la talla de Aníbal Gordon y Eduardo Ruffo, entre otros. Y ello consta debidamente en su legajo.

Como también que, a fines de 1976, pasó a prestar servicios en el Grupo de Tareas 4, que dependía del Servicio de Informaciones de la Fuerza Aérea (Sifa).

El GT4 fue responsable de numerosos secuestros y asesinatos, además de actuar sobre un circuito que comprendía unos 20 centros clandestinos de detención. San Emeterio permaneció en esa unidad hasta ser disuelta, a fines del año 1979.

A partir de entonces, regresó a la Side. Pero ya no como chofer del jefe. Por entonces, la “lucha antisubversiva” había disminuido su intensidad y, en consecuencia, el agente San Emeterio fue destinado a un nuevo puesto de combate: la cocina.

A mediados de 1980 dio un paso al costado.

Y se anotó en la Universidad de Belgrano para estudiar Derecho. Se recibiría unos siete años después. En 2003, la costumbre de hacerse llamar “doctor” le valió una denuncia por “usurpación de título”. Ahora libra su guerra santa en tribunales.




El coronel uruguayo Manuel Cordero contrató como defensor al abogado Eduardo Sinforano San Emeterio, un ex agente del SIDE que cumplía funciones de chofer del general Otto Paladino en los años en que el militar uruguayo actuaba en el centro clandestino de torturas Automotores Orletti de la ciudad de Buenos Aires.

El nuevo abogado de Cordero fue quien demoró por más de una hora el martes el inicio de la audiencia en la que el militar uruguayo escuchó las acusaciones del juez federal Norberto Oyarbide. El abogado tuvo una larga charla con su defendido a quien aconsejó no hablar ante el magistrado.

Cordero continuaba ayer en el Hospital Militar Central ubicado en el coqueto barrio Parlermo de la ciudad de Buenos Aires, donde le vienen realizando estudios médicos y, de ser necesario, se lo someterá a una intervención quirúrgico­cardíaca para que goce de buen estado de salud cuando sea llevado a un juicio oral y público por el Plan Cóndor.

Cuando las condiciones sanitarias se lo permitan, Cordero será trasladado al Centro Penitenciario II de Marcos Paz, un complejo carcelario modelo ubicado a menos de 50 kilómetros de la capital federal, donde se encuentran alojados los principales criminales de lesa humanidad argentinos, alguno de ellos viejos conocidos del torturador uruguayo.


Un ex agente, un amigo

El doctor San Emeterio, hijo del coronel Jorge San Emeterio, ingresó al Servicio de Información del Estado (SIDE) en 1971, con 20 años, pero nunca pasó el grado de subteniente de reserva, aunque logró codearse con los altos mandos de la dictadura argentina desde 1976, cuando era custodio y chofer del general Paladino.

El abogado podría conocer al propio Cordero desde aquellos años, cuando Paladino era el jefe del servicio de inteligencia y ya coordinaba con la Inteligencia de la Policía y el Ejército uruguayos, o cuando luego del golpe de Estado de 1976, visitaba el "pozo" de Orletti en el porteño barrio La Floresta.

San Emeterio integró el Grupo de Tareas 4, dependiente de la Fuerza Aérea (por lo que pudo saber de los traslados clandestinos de uruguayos) y en 1979 volvió a la SIDE, para renunciar en 1980. Se dedicó luego a la abogacía apadrinado por el general Guillermo Viola, el coronel Emilio Nani (La Tablada) y el abogado Luis Daniel Urquiza.

En los últimos años se ha especializado en la defensa de violadores a los derechos humanos: defendió en Corrientes al torturador Juan Carlos de Marchi, a la apologista Cecilia Prado, el ex agente Julio Alberto Cirinio, el coronel Alejandro Duret, y llegó a declarar públicamente su apoyo al general Miguel Giuliano.
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Del hospital a Marcos Paz

Cordero venía siendo objeto de diversos exámenes médicos en el Hospital Militar Central, ubicado en Luis María Campos 726 y Matienzo, a dos cuadras del Hipódromo Argentino. Allí debía permanecer por 48 horas por orden del juez Oyarbide, quien se comprometió a preservar su salud antes de que enfrente el proceso judicial.

El torturador uruguayo sería luego trasladado al complejo carcelario de Marco Paz, donde están alojados represores como Raúl Guglielminetti, Rubén Visuara, Honorio Martínez Ruiz y Jorge "El Tigre" Acosta, varios de ellos implicados en los casos de torturas y desapariciones en Automotores Orletti.

Marcos Paz es una localidad de casi 40 mil habitantes, ubicada en el límite oeste de la Provincia de Buenos Aires. Con 130 años de existencia, la ciudad era conocida como el "Pueblo Arbol" por su belleza naturalmente arbolada, pero debe su nombre al coronel doctor Marcos Paz, oficial tucumano del ejercito de Justo José de Urquiza.

El Centro Penitenciario II de Marcos Paz, inaugurado en diciembre de 1999 para trasladar presos de la Cárcel de Devoto luego de un violento motín, ocupa una superficie de 85.089 metros cuadrados y admite una población de 1.500 presos que se reparten en cinco módulos de 300 celdas individuales custodiadas por 850 gendarmes.

Nada más y nada menos que justicia


Hace cinco años el Movimiento Justicia y Derechos Humanos (MJDH) de Porto Alegre, Brasil, ubicó al ex coronel uruguayo Manuel Cordero en la ciudad fronteriza con Uruguay, Santana do Livramento. Acusado de delitos de lesa humanidad en Argentina y Uruguay, Cordero estaba oculto, fugitivo de la justicia. Allí comenzó una lucha conjunta entre el MJDH, la UITA y otras organizaciones sociales que culminó recientemente, cuando Cordero fue entregado a la Interpol de Argentina en cumplimiento de la orden de extradición dictada por la Suprema Corte brasileña. Sirel dialogó con Jair Krishcke, del MJDH, compañero y amigo de la UITA, quien aportó sus comentarios sobre este remarcable suceso.


-Ha llegado el gran día…

-Parecería que así es. La Suprema Corte ya había fallado sobre este caso y no había nada más que se pudiera hacer para evitar la extradición. A partir de entonces todo estaba en manos del Poder Ejecutivo, que tiene el mando sobre la Policía que es la que debe ejecutar la entrega de Manuel Cordero a las autoridades argentinas. Eso fue lo que comenzó a concretarse el martes 19, a las 7:30 de la mañana, cuando de manera sorpresiva la Policía se presentó en el domicilio de Cordero, en la ciudad fronteriza de Santana do Livramento, y lo detuvo. Él intentó rehuir la extradición aduciendo problemas de salud, pero sólo consiguió un poquito de tiempo, nada más.



-¿Como venía siendo la rutina de Cordero?

-Él estaba feliz de la vida; llevaba más de un año en una supuesta prisión domiciliaria que, como se probó, no respetaba. Esto llega en un momento en el cual el presidente Lula ha quedado mal parado en el ámbito internacional, al haber aceptado relativizar la capacidad de la Comisión de la Verdad que había aceptado promover recientemente. La extradición de Manuel Cordero, elemento activo del Plan Cóndor, probablemente le ayude a recuperar algo del terreno perdido.

Pero lo que más importa es que se trata de una resonante victoria de todos nosotros en el Cono Sur, porque sus víctimas son uruguayas y argentinas, y porque este caso ha obligado a la justicia brasileña a analizar, debatir, poner sobre la mesa temas que hasta ahora no se habían expuesto, como por ejemplo que el secuestro con desaparición es un delito que no pierde vigencia. Esto creó en nuestro orden jurídico un antecedente de peso, a tal punto que el Fiscal General de la Nación ya ingresó una causa contra dos coroneles acusados de la desaparición de 26 personas. Quiere decir que este caso también abrió una puerta muy importante para la lucha contra la impunidad en Brasil.
Y esto tiene mucho que ver con la UITA, porque tenemos que recordar que el 11 de septiembre de 2008 íbamos perdiendo la votación en la Suprema Corte, y sólo teníamos un voto a favor de nuestro reclamo. Ese día fue cuando hicimos aquella conferencia de prensa en el Paraninfo de la Universidad, en Montevideo, junto a la UITA, a Familiares de Desaparecidos y otras organizaciones sindicales, gremiales y de la sociedad civil.

Fue cuando iniciamos la campaña internacional desde la página web de la UITA, campaña que abrimos con una carta del periodista uruguayoRoger Rodríguez a los integrantes de la Suprema Corte de Brasil, en la cual les advertía sobre la importancia del fallo que estaban a punto de tomar.

A veces pienso que mis queridos amigos de la UITA no tienen conciencia de la importancia que tuvo esa campaña, ya que por primera vez se logró cambiar una posición de la Suprema Corte brasileña. Cada Ministro de la Corte estuvo recibiendo miles de mensajes sobre este tema, mensajes que venían desde casi 40 países. Esto no había pasado nunca en Brasil, y en cualquier lugar es muy difícil que ocurra. La campaña alcanzó plenamente su objetivo que fue llamar la atención del mundo y de los miembros de la Suprema Corte sobre la importancia del tema que estaban debatiendo, y ellos percibieron que el mundo los estaba observando.

Esto ayudó muchísimo a que se profundizara en el análisis del tema, y la fundamentación expresada en sala por el ministro César Pelusso a favor de la extradición -que en sí misma fue una clase magna de Derecho y, pienso, quedará como momento histórico de nuestra justicia- comenzó a cambiar la correlación de fuerzas dentro de la Corte, inclusive algunos votos que ya habían sido adelantados.

El 6 de agosto, el voto del ministro Eros Grau dio definitiva mayoría a la aprobación de la extradición de Cordero a la Argentina.

Acá no hay venganza, no hay persecución como él argumentó engañosamente en un intento de confundir a la justicia brasileña, acá lo que hay es nada más y nada menos que justicia.

-Fue una lucha larga y difícil...

-Fueron cinco años de lucha, desde enero de 2005, cuando ubicamos a Cordero en Santana do Livramento, adonde se había refugiado para escapar de la justicia uruguaya que lo estaba encausando por otro asunto. Desde entonces empezamos este trabajo con la UITA, que viene a culminar ahora con la extradición de este criminal. Estamos ante un violador de los derechos humanos, autor de delitos de lesa humanidad, que ahora recibe esta sanción de la justicia brasileña que lo entrega a su homóloga argentina.

Es muy importante señalar que Cordero tendrá todas las garantías del debido proceso y podrá defenderse con todos los instrumentos que le otorga la ley, cosa que él no le permitió a sus víctimas, que fueron secuestradas y asesinadas sin un juicio justo. Acá no hay venganza, no hay persecución como él argumentó engañosamente en un intento de confundir a la justicia brasileña, acá lo que hay es nada más y nada menos que justicia.

Ésta es la gran victoria que hemos obtenido gracias a la campaña de la UITA, que además ha creado ella también un precedente: el Colegio de Abogados de Brasil ingresó hace un tiempo una causa pidiendo que se establezca con claridad si la amnistía aprobada en este país en 1979 alcanza a los policías y militares responsables de violaciones a los derechos humanos. En este momento la causa está en la Suprema Corte, y la Associação Juízes para a Democracia ha lanzado una campaña en contra la Amnistia a los Torturadores, tomando como base la tecnología utilizada por la UITA en su campaña internacional por la extradición de Cordero.

-¿Cómo te sientes en este momento?

-Son cinco años de lucha, con la convicción de que éste es un criminal contra la humanidad que debe ser juzgado. Siento una gran alegría por la victoria alcanzada, por lo que ella significa para el Cono Sur, para Brasil, que va atrasado en este tema con respecto a la región. Siento también un gran alivio en mi conciencia al saber que, estoy seguro, todos los crímenes que este delincuente cometió no quedarán impunes.

En Montevideo, Carlos Amorín / Rel-UITA

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