miércoles, 5 de mayo de 2010

Carta de un nieto a otro

Dos jóvenes que recuperaron su identidad les escriben a los Noble Herrera


Por Diego Rojas

El jueves 22 de abril, Marcela y Felipe, los hijos adoptivos de Ernestina Herrera de Noble, dieron a conocer sus voces a través de un mensaje televisivo y solicitadas publicadas en Clarín, La Nación, Crítica y Página 12. Los herederos de Ernestina Herrera de Noble –sospechados de haber sido arrancados a sus padres detenidos desaparecidos y entregados ilegalmente en adopción a la directora del diario Clarín– intervenían en el largo debate que los tenía como protagonistas silenciosos.

Sentados en un sillón, con la mirada fija y mediante una cadencia monocorde, repetían frente a cámara las mismas frases que podían leerse, también, a carilla completa en esos diarios. Denunciaban sentirse maltratados, perseguidos por el Gobierno, usados como un botín que se disputaba en medio de una embestida oficial contra Clarín. Pedían que se los respete, que cesara la persecución política y que no se los obligara a someterse a exámenes genéticos sin garantías de imparcialidad y sospechosos de inseguridad. Mirando fijo al lente, tomándose de a ratos las manos, Marcela y Felipe se mostraban como víctimas de un asunto doloroso que los excedía.

Es cierto. Son víctimas. Una victimización que se repite una y otra vez, constantemente, sin cesar, mientras la verdad permanezca sin salir a la luz. Una victimización que sólo podría resolverse, y ni siquiera de modo total, a través de la revelación de esa verdad. Pero mediante esa solicitada, Marcela y Felipe, víctimas, pedían no someterse a la verdad. Hundían sus propios dedos en una herida profunda. Una pregunta sobrevoló a los lectores y espectadores del testimonio de Marcela y Felipe: ¿puede una víctima pedir que su estado de víctima continúe sin una orientación externa?
El diario Miradas al Sur publicó el domingo 25 de abril una investigación que señalaba el origen de la intervención pública de los hermanos Noble Herrera. Una nota de Lucas Carrasco y Jimena Arnolfi sostenía que creativos de la agencia internacional de publicidad La Ese, dirigida por Carlos Souto y de relevante actividad en el asesoramiento de políticos opositores, habían escrito la solicitada y el guión del video protagonizado por los hermanos. La Ese, señalaba la investigación, también se ocupa de poblar el ciberespacio de comentaristas en los diarios virtuales en un intento por torcer la opinión pública en los asuntos vitales para el Grupo Clarín. El largo y frío texto de la solicitada no había nacido, como algunos sospechaban, en el dolor auténtico que los niños presuntamente apropiados, hoy adultos, exhiben cuando flotan en la incertidumbre que produce el desconocimiento sobre sus orígenes. Se trataba de una maniobra más para sostenerlos en esa incertidumbre, en ese dolor.

Paula y Victoria, dos hijas de detenidos desaparecidos apropiadas cuando recién eran dadas a luz y que recuperaron sus identidades durante los ochenta, decidieron escribir una carta a los hermanos Noble Herrera y a todos los jóvenes que dudan sobre su origen. Una carta a Marcela y Felipe, que son víctimas, y a todos esos jóvenes que sospechan que pueden ser víctimas (ese tipo de víctimas que repiten una y otra vez su condición, que se eternizan como víctimas a menos que conozcan la verdad de sus orígenes). Veintitrés reproduce la carta en estas páginas.

Paula Eva Logares es hija de Mónica Sofía Grinspon y Claudio Ernesto Logares. Fue secuestrada el 18 de mayo de 1978 en Uruguay y apropiada por Rubén Luís Lavallén, subcomisario de la brigada de San Justo, y Raquel Leiro. Conoció su identidad el 13 de diciembre de 1984, convirtiéndose en la primera nieta recuperada por Abuelas de Plaza de Mayo, reconocida por vía judicial y mediante un análisis de sangre.

María Victoria Moyano Artigas es hija de María Asunción Artigas y Alfredo Moyano. Nació en cautiverio en el Pozo de Banfield, el 25 de agosto del ’78. A las ocho horas de nacer fue apropiada por el comisario de la brigada de San Justo, Oscar Penna, y entregada al policía Víctor Penna y María Elena Mauriño. El 31 de diciembre del ’87 recuperó su identidad.

Hoy, Paula y Victoria escriben estas palabras desde la experiencia y el dolor, pero también desde la esperanza. Les hablan a Marcela y a Felipe y, a través de ellos, a la sociedad toda. A nosotros. Que también somos víctimas que nos eternizamos en la victimización mientras las huellas del poder de la represión estatal que se ejerció durante la dictadura siga perpetuándose a través de la falsedad y la mentira.


La carta de Paula Logares y Victoria Moyano

“La verdad nunca lastima”

A Marcela, Felipe y todo joven que dude sobre su identidad:

Escribimos esta carta porque queremos acompañar a cada nieto que enfrenta la experiencia de encontrarse con la verdad. Lo hacemos desde nuestro lugar de nietas que hoy sabemos quiénes somos escribiendo a quienes quizá pronto vayan a conocer su verdadera historia. Queremos hacerles saber que no están solos.

Lo peor ya pasó. Eso ocurrió cuando nos apartaron de nuestros padres, cuando fueron desaparecidos, cuando nos privaron de crecer junto a ellos. Ninguno de nosotros fue un chico abandonado. No nos olvidaron en una esquina. Si olvidamos esas vivencias es porque nuestro inconsciente no soporta vivir con eso. Pero forma parte de nuestras experiencias vitales, de quienes somos hoy. ¿Por qué, entonces, ese miedo terrible a conocer la verdad? ¿Por qué negarse a realizarse los exámenes? Con ese procedimiento se puede saber a qué familia de sangre se pertenece. Cada nieto apropiado construyó una identidad propia, una historia y unas características que le pertenecen. Existen otros datos irrevocables e irrefutables que les fueron negados y que, al saberlos, también formarán parte de aquella identidad.

* La nota completa, en la edición impresa de Veintitrés.


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enviado por Aníbal

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