lunes, 14 de marzo de 2011

Libia en la Telaraña del Crimen



Nora Fernández



Pertenezco a un grupo de mujeres y recibo del grupo materiales para
leer. Un mismo día me llegan dos artículos sobre Libia. El primero
escrito por Helena Sheehan (Libia y la Izquierda) y el segundo por por
Sara Flaunders (Barcos de Guerra Cerca de Libia). La maravilla de las
redes cibernéticas hacen posible que nos lleguen variadas y hasta
contradictorias perspectivas. Nos sirve para pensar pero también nos
producen confusiones. Porque soy mujer, y frecuentemente acusada de
emocionalidad, me preocupa mucho y trato de no caer en eso de ser
demasiado “emocional.” Se bien que las emociones son fundamentales,
que nos informan mucho sobre lo que sentimos en cualquier situación y
como algo nos afecta. Nunca las niego. Pero considero que no siempre
nos informan bien sobre una situación, porque pueden esquivar la
razón. A mi ver, ese es el caso del argumento de Helena Sheehan que
nos habla de su reciente experiencia en Libia.

Sheehan explica fundamentalmente una transformación personal que se
efectúa en ella durante su visita a ese país, se trata de una Libia
conmocionada y viviendo momentos bien traumáticos. Sheehan nos plantéa
de inmediato y con honestidad que por años no había prestado mayor
atención a Libia. Y reconoce que, a pesar de ello, tenía cierta
simpatía por Gadafi, a quien recordaba desde los tiempos de la
Revolución Verde (1969) por haber tirado abajo la monarquía reinante y
plantear la construcción de una forma de socialismo árabe. Me llama la
atención, sin embargo, que Sheehan argumente hacia “la izquierda,” y
que le enrostre el error de no pronunciarse en favor de los sublevados
de Bengasi.

En su argumento Sheehan constrasta la visión suya de joven con la
nueva visión emergente, que tiene la mujer madura que encuentra en una
visita suya casual, digamos, a Libia en su hora de crisis. Nos habla
de como las manifestaciones en favor de Gadafi en la Plaza Verde le
parecen “enfervorizadas” y hasta “carnavalescas,” contrastadas en su
mente con la realidad de un Bengasi convulsionado y con muchos
muertos. No es, sin embargo, hasta que alcanza el eropuerto que la
autora cae en la cuenta de que Libia ha vivido desde 1969 simplemente
otra monarquía. Lo confirma recordando que Gadafi se ha llamado
repetidamente Rey de los Reyes de Africa. Y se pregunta en forma
retórica ¿que tiene todo esto que ver con la izquierda?

En realidad, la autora cuestiona el supuesto apoyo a Gadafi de “la
izquierda” pues Gadafi no ha sido sino un monarca más. El espacio
entre la teoría de la democracia directa y la autocracia coerciva es
sorprendente, nos dice, pienso que quiere decirnos que es muy grande
como para que nos podamos confundir. Y la autocracia, agrega, es
completamente indefensible. Y así es, sin duda, particularmente
indefensible en Libia, aunque siga tan campante en otras partes del
mundo, algunas bien cercanas como Arabia Saudita que ha sido siempre
muy respaldada por ser amiga de occidente. El suyo es un argumento que
simplifica demasiado una realidad que está muy lejos de ser simple. La
existencia misma de la democracia está en cuestión en el mundo, pues
se hace crecientemente evidente que estamos gobernados por puras
autocracias, que bien podríamos llamarlas Cleptocracia dado el nivel
de fraudes y robos dominante. Occidente, lejos de ser inocente, ha
favorecido dictaduras e investido dictadores siempre que le ha
convenido, y etiquetado como “malos” a quienes simplemente se niegan a
obedecerle y no favorecen intereses neo-coloniales.

Es problemático que Sheehan espere que “la izquierda” se defina. En
primer lugar porque “la izquierda” no existe, no es una comunidad
homogénea y definida sino más bien un abanico de opciones y
posiciones. Y en segundo lugar, porque una definición del tipo que
ella pide en estos momentos favorecería solamente la vuelta a una
monarquía neocolonia, la guerra civil o la invasión extranjera. Está
demás decir que son opciones problemáticas, deshumanizantes y hasta
criminales basadas todas en la intervención extranjera en el país.
Entonces, aún cuando su experiencia personal en Libia pueda ser muy
válida, no es más que su experiencia personal. Nadie podría, ni
debería, debido a las consecuencias tan graves en puerta para la
población libia y del mundo, definir una acción simplemente en base a
los sentimientos o experiencias temporales de una visitante extranjera
que además reconoce de partida no saber prácticamente nada sobre el
país y no tampoco interesarle demasiado.

Lo que la historia si nos dice plenamente, es cuanto de dañinas han
sido todas las intervenciones extranjeras en asuntos nacionales de
cualquier país. Entonces, es de esperar, ya no que los “izquierdistas”
sino que todos los ciudadanos del mundo se nieguen a aceptar la
intervención y a ser parte de otro gran crimen. Pues, a no olvidar,
hemos sido testigos de la intervención “humanitaria” en Kosovo,
Yugoslavia, de la que aún no sabemos a ciencia cierta todos sus costos
humanos pero testimoniamos el desastre en que ha quedado la población,
que antes disfrutaba su vida en un país tolerante de la diversidad,
funcional y pacífico. Y somos testigos de los resultados de las
intervenciones en Pakistán y Afganistán y de la invasión de los EEUU
en Iraq, que ilustran los enormes costos para la población civil de
esas aventuras neo-coloniales. La historia tendrá mucho más que decir
al respecto en el futuro, estoy segura, si acaso las políticas
genocidas de occidente y sus poderes reinantes no son exitosos en
terminar en el proceso con todos nosotros.

Afortunadamente, Flaunders hace un análisis detallado de la situación
y plantéa claramente algo fundamental, la llegada al poder del grupo
de oficiales encabezados por Gadafi derroca al Rey Idris y comienza un
proceso panárabe de cambios, y aunque no por eso Libia deja de ser una
sociedad de clases, las medidas antiimperialistas que se toman (como
el cierre de bases de los EEUU y Gran Bretaña y la nacionalización de
la industria petrolera) terminan en Libia con la dominación
extranjera, y este es justamente el pecado que ni EEUU ni Inglaterra
han de perdonarle jamás a Gadafi.

Claro, luego del masivo bombardeo a Iraq (un “crimen de guerra
estadounidense” que provoca aprendizaje vicario acelerado a los países
de la región) Libia sucumbe a las exigencias de los EEUU. Cambio
obligada y drásticamente, por exigencia de los EEUU, su rumbo. Algunas
de las exigencias son humillantes, dice Flaunders, como el obligar a
Libia a aceptar responsabilidad por el atentado al avión de Pan Am
vuelo 103, que causara en 1988 270 fatalidades. Libia tuvo además que
abrir sus mercados y “reestructurar” su economía, terminar con
subsidios a necesidades básicas. Todas recetas del FMI y aplicadas
obligadamente por Libia aunque tenía una balanza comercial positiva de
27000 millones de dólares anuales. Se trataba de debilitar el apoyo
social al régimen de Gadafi. Libia tuvo que privatizar 360 compañías y
empresas de propiedad estatal, con lo que aumentó el desempleo y los
precios de bienes y servicios; tiene que vender su participación
dominante en la compañia petrolera estatal (Tamoil Group) y privatizar
su Compañia General Nacional para Fábricas de Harina y Forraje. En
EEUU se espera que el malestar de la población libia crezca. Y a pesar
de las reformas y concesiones, Gadafi sigue siendo muy odiado,
satanizado por occidente y “sospechoso.”

Sabemos, explica Flounders, que los levantamientos en Libia no son
casuales sino favorecidos por medidas impuestas para alienar a la
población y por un grupo opositor financiado por occidente. Se trata
del Frente Nacional por la Salvación de Libia o NFSL, el más nombrado
en este levantamiento y responsable de capturar Bengasi con armas de
contrabando. El NFSL es financiado por la CIA y tiene incluso oficinas
en Washington (DC). Ha tenido una fuerza militar (Ejercito Nacional
Libio) en Egipto muy cerca de la frontera con Libia. Los otros grupos
de la Conferencia Nacional de la Oposición Libia, son monárquicos
-como la Unión Constitucional Libia dirigida por Muhamad as-Senussi
aspirante al trono y llaman al pueblo Libio a jurar lealtad al rey
Idris el-Senusi. La alternativa no es “democracia” sino “restauración”
de la monarquía neocolonial.

Los intereses de occidente en Libia son muy obvios porque Libia es un
país rico en petróleo, tiene las mayores reservas probadas en Africa y
produce 1.8 millones de barriles diarios de crudo ligero de máxima
calidad. Libia provee petróleo a China y Europa, esta última depende
de este crudo particularmente. Libia tiene además grandes depósitos de
gas natural. Los intereses corporativos europeos han invertido en
Libia y cerca del 85% de sus exportaciones de energía, explica
Flaunders, van a Europa. La BP, Royal Dutch Shell, Total, Eni, ASF,
Staoil y Repsol han dominado el mercado petrolero del país, pero las
corporaciones petroleras norteamericanas han sido excluídas. Una
intervención americana en Libia transformaría esto -si Gadafi fuera
derrocado por EEUU los norteamericanos controlarían el flujo de
energía Libia a Europa y a China.
Es por el petróleo, por la energía que portaaviones y naves de guerra
se movilizan hacia la zona con la excusa de proteger a trabajadores
europeos y en misión “humanitaria.” Pero Turquía, dice Flaunders, ha
evacuado a unos 7000 trabajadores suyos en ferries y vuelos fletados y
China sacó a unos 29000 trabajadores suyos de la misma forma. En
contraste, explica Flaunders, Alemania ha necesitado enviar tres
barcos de guerra con 600 soldados y dos aviones militares para
rescatar a 200 empleados alemanes y Gran Bretaña ha enviado al HMS
Cumberland y tiene al York en camino para evacuar a 200 británicos.
EEUU ha enviado al portaaviones USS Enterprise y USS Kearsarge para
que se reúnan en la zona con el US Mount Whitney y otros barcos de
guerra de la Sexta Flota, ya posicionados frente a Libia. La ONU
aprueba además sanciones y se habla de bloquer el espacio aéreo libio.
¡Es la guerra!

Recorremos un camino conocido, similares acciones se tomaron antes de
la invasión a Iraq y en Iraq murieron un millón de niños debido a la
sanciones impuestas. La prensa clama “intervención humanitaria,” pero
sabemos que no tiene nada de humanitario intervenir y que otras
tragedias humanitarias han pasado sin que a occidente le importe en lo
más mínimo. Atrás de estas maniobras y levantamientos bien preparados
desde afuera, está la decisión de robarse el petróleo libio. Se trata
del petróleo, dice Michel Chossudovsky (“Operation Libya” and the
Battle for Oil: Redrawing the Map of Africa) del petróleo y de
reposicionarse en Africa.

Por eso, aunque uno sea “de izquierda” no puede darse el lujo de
levantar argumentos emocionales en estos tiempos de crisis en que se
amenaza con castigar con sanciones a un país entero y vemos se están
dando los primeros pasos hacia una invasión con cualquier excusa. Es
peligroso tratar de conmover al resto con sentimientos despertados en
uno en unos cuantos días de visita, es peligroso aunque sea tentador y
debemos cuidarnos de que nuestras palabras no sean usadas para la
intervención, la guerra y el crimen. Es el primer mandato de todo ser
humano, que incluye a todo “izquierdista.” La arrogancia de decir “lo
que vemos y sentimos,” o lo que creemos que vemos y sentimos, puede
llevarnos a ser cómplices de un gran crimen.

El General Smedley Butler de los US Marine Corps -responsable de
“asegurar” los intereses petroleros de los EEUU en Tampico (México),
de hacer de Cuba un país donde los señores del City Bank acumulan
riquezas sin problemas, de “limpiar” Nicaragua (1909-1912) para la
firma bancaria Brown Brothers, de llevar “la civilización” a República
Dominicana por cuenta de los grandes azucareros norteamericanos, y de
“arreglar” los problemas que las fruteras norteamericanas tuvieron en
Honduras 1 - explica en un discurso suyo en 1933 que la guerra es un
FRAUDE:

“Es algo que no es lo que la mayoría de la gente piensa que es. Sólo
un pequeño grupo con acceso sabe de lo que se trata. Se conduce para
el beneficio de unos pocos a las expensas de las masas. Creo en la
adecuada defensa de las costas y en nada más. Si una nación viene
aqui para pelear, entonces pelearemos. El problema con América (EEUU)
es que cuando el dólar gana 6% aquí, se pone nervioso y va a ultramar
donde obtiene 100%. La bandera sigue al dólar y los soldados siguen a
la bandera. Yo no iría a la guerra de nuevo (como he ido) para
proteger la miserable inversión de los banqueros. Hay sólo dos cosas
por las que vale la pena pelear. Una es la defensa de nuestros
hogares y la otra es la Declaración de Derechos (Humanos). La guerra
por cualquier otra razón es simplemente un fraude...Yo pasé 33 años y
cuatro meses en servicio militar activo... Y durante ese período, pasé
la mayor parte de mi tiempo siendo bandido de jerarquía para los
Grandes Negocios, para Wall Street, y para los Banqueros. O sea, yo
fui también un chantajista, un gángster del capitalismo.” 2

No apoyemos otro FRAUDE, otra oportunidad de crimen para los
banqueros, los grandes negocios, Wall Street. Que no muera gente en
Libia por petróleo o gas. Digamos NO a la intervención. No queremos
otra invasión. No queremos se ciernan rigores inhumanos sobre la
población de ningún país. No queremos sanciones. No queremos chantaje.
No queremos hambre y enfermedad. No queremos que mueran niños, mujeres
y ancianos ni hombres y mujeres jóvenes. Ninguna persona humanitaria
favorece el crimen. La intervención militar es un crimen. El bloqueo a
una nación es un crimen. La Invasión es un crimen. La guerra es un
FRAUDE y es un CRIMEN. Digamos NO a la GUERRA. Digamos NO al FRAUDE.
Digamos NO al CRIMEN. Parémonos en todas partes en favor de la PAZ...

1. Bosch, Juan (2010), De Cristóbal Colón a Fidel Castro. El Caribe,
frontera imperial. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana.
2. Butler, Smedley (1933), War is a Racket.
http://www.ratical.org/ratville/CAH/warisaracket.pdf

Libia en la telaraña del crimen

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