martes, 22 de julio de 2014

La institucionalización del abuso y maltrato en Uruguay

También en ancianos mayores 

 Investigación detectó “toda la gama de maltrato, abuso y negligencia” hacia adultos mayores en residencias uruguayas públicas y privadas

Gritos, trato áspero, comentarios despectivos; desvestir a una persona mayor tironeándole de la ropa o cambiarla frente a otros; golpes contra la pared al girar y dar vuelta a un anciano en la cama con demasiada fuerza; apretones en brazos y piernas, abuso sexual en forma de caricias, intimidación con gestos, robo de dinero; negarles comida e incluso agua durante horas, aislarlos y no cambiarlos de posición durante un gran lapso; decirle a quien quiere ir al baño que “se haga” allí sentado en la silla porque de todos modos tiene pañal.

Todas estas conductas inadecuadas se vieron en la investigación titulada “Maltrato hacia personas mayores institucionalizadas”, realizada entre 2012 y 2013 en residencias del interior y Montevideo, públicas y privadas, religiosas y laicas; desde hogares con personas de escasos recursos hasta residencias de alto poder adquisitivo. Se detectó un “trato inadecuado” en sitios cuyo número de residentes variaba entre 13 y 106 personas. Los datos surgen de entrevistas a encargados, cuidadores y residentes que reportaron situaciones “que ocurren puertas adentro de las residencias”.

“El sufrimiento y el maltrato surgieron en este estudio”, dijo a Búsqueda su autora, Natalie Figueredo, decana de la Facultad de Enfermería y Tecnologías de la Salud de la Universidad Católica del Uruguay y magíster en Ciencias de Enfermería. Hubo “maltrato físico, abuso económico, maltrato psicológico, sexual y discriminación”. En Uruguay no había estudios científicos al respecto. “Este es un aporte para poder mejorar la situación”, destacó. Apunta desde la academia a hacer visible el problema y también demuestra la necesidad de formación de personal. La falta de una normativa suficiente sobre seguridad y calidad del cuidado y la escasa formación de los cuidadores son solo dos de los aspectos que inciden.

“El hermetismo en torno a las experiencias que ocurren dentro de las residencias impide conocer cuestiones vitales para mejorar el cuidado de las personas que allí residen”, reconoció Figueredo en el estudio, que incluyó a nueve casas de salud. La investigadora solicitó a otras instituciones la posibilidad de incluirlas en el estudio, pero “muchas se negaron a dar información”.

· Maltrato. El maltrato es “una forma oculta de violencia”, pero hay muchas definiciones. Por eso, según Figueredo, es necesario determinar exactamente qué se considera maltrato en instituciones dedicadas al cuidado de personas mayores, para poder educar e identificar las “acciones que causan daño o riesgo a una persona mayor vulnerable” que se encuentra en relación de confianza con el cuidador que debe satisfacer sus necesidades básicas. La falta de una definición clara “es una de las causas” que explican “por qué no se detecta el maltrato y se denuncia” opinó. “Muchas veces el cuidador está maltratando y no lo sabe. No saben que están haciendo daño”, aseguró Figueredo. Para acabar con este problema propone crear un “código” para preservar a las personas mayores de estas actitudes.

Malos tratos, tironeos, negar el alimento o el agua, robos, abuso sexual, “toda la gama de maltrato, abuso y negligencia” aparece en el estudio, dijo Figueredo. Los gestores reaccionan despidiendo al cuidador cuando se detectan casos graves. Unos pocos salen a la luz y muchos otros “permanecen en silencio”. Los cuidadores manifestaron que no denuncian por miedo a las represalias de sus compañeros o por temor a “perder el trabajo”. Además, cuando los casos llegan a los gestores, allí también hay silencio. No denuncian para cuidar que no se genere “publicidad negativa de la residencia” y perder clientes.

El abandono social y familiar es otra forma de maltrato. “Acá vienen —los familiares— los depositan y se van”, contaban los cuidadores. Son muchos los que no reciben visitas de familiares y por eso cuando a alguno lo visita un hijo o nieto todos lo celebran. La indiferencia es otro tipo de maltrato detectado. No decirle “buen día” a una persona con demencia es una forma de aislarlo. Además, las personas mayores de la residencia discriminan a otros que padecen deterioro cognitivo, al que se olvida de las cosas, al que entra al dormitorio equivocado o toma algo que no es suyo por desconocerlo. “Que lo saquen de acá”, “que lo lleven”, piden.

· Solos. El cuidado de las personas mayores es un trabajo con “poco reconocimiento social”, opinó Figueredo. En las residencias los salarios de los cuidadores son bajos y generalmente corresponden al salario mínimo nacional ($ 8.960), hay altos índices de rotación y un número “insuficiente” de cuidadores en varias residencias. Las jornadas laborales son largas, por poco dinero y causan situaciones estresantes y de insatisfacción. Solo en dos de las residencias estudiadas —de alto poder adquisitivo— hay licenciadas en enfermería, auxiliares y cuidadores. En las demás solo cuidadores sin formación específica y solo tres contratan personal con experiencia previa. Esta realidad sugiere “una desvalorización de las personas mayores”, opinó Figueredo. No hay tareas determinadas: “la que cuidaba también limpiaba y cocinaba, hay una gran carga”, relató.

Los cuidadores se sienten “desamparados” ante la falta de apoyo de los supervisores; el encargado o gestor visita la residencia solo una vez al día. Los cuidadores realizan “un esfuerzo físico brutal”, no cuentan con ayudas técnicas, como grúas y arneses, para alzar a los adultos mayores, algo que sí es frecuente en Europa. “No se está cuidando la seguridad del personal y del paciente. Falta normativa suficiente sobre seguridad y calidad de cuidados, hay vacíos”, dijo Figueredo.

Algunos manifestaron que los médicos discriminan a las personas mayores. Cuando llaman a los médicos reciben respuestas como: “¿Para qué me llamas? No hay nada que hacer”.

· La muerte. La muerte es “vivida como un fracaso” por los cuidadores, que sufren cuando un residente fallece; “no se toma como un proceso natural y no saben afrontarlo porque nadie se los ha enseñado”, explicó Figueredo. El miedo por morir en soledad es un pensamiento recurrente. Los cuidadores valoran el reconocimiento de la familia cuando luego de la muerte agradecen por el cuidado brindado.

Desde 2014 las residencias de adultos mayores son competencia del Ministerio de Desarrollo Social (Mides), que apunta a realizar mejoras en los mecanismos de habilitación, control y recepción de denuncias junto con el Ministerio de Salud Pública. El Mides lleva a cabo un plan de capacitación de cuidadores. Además, el Plan Nacional de Envejecimiento y Vejez está en marcha. “Se están haciendo cosas, pero es gradual”, comentó la decana.

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Cuidadores sin formación, enfermeros no profesionales, falta de geriatras, golpes y robos, entre otros problemas fueron revelados por la investigación de la Ucudal.

Una investigación de la Facultad de Enfermería y Tecnologías de la Salud exploró el fenómeno de los tratos inadecuados en residencias para personas mayores en el país.

Con el objetivo de explorar y comprender las dinámicas de cuidado en residencias para personas mayores de Uruguay se desarrolló la investigación “Maltrato hacia personas mayores institucionalizadas”.

El estudio, realizado por la decana de Facultad de Enfermería y Tecnologías de la Salud, Mag. Natalie Figueredo, se inserta en la línea de investigación “Envejecimiento” . En la investigación, desarrollada durante los años 2012 y 2013, se utilizó un abordaje etnográfico en varias residencias para personas mayores del Uruguay.

Del análisis del trabajo de campo surge el fenómeno de los tratos inadecuados dirigidos hacia las personas residentes y la percepción de este fenómeno, que es visto por los cuidadores y por los propios residentes. El cuidado de los mayores en las residencias estudiadas, revela acontecimientos no investigados previamente, como el manejo de situaciones delicadas y en ocasiones, la falta de apoyo para resolverlas. El hermetismo en torno a las experiencias dentro de las residencias impide conocer cuestiones vitales para mejorar el cuidado de las personas que allí residen.

La autora señala que son varios los aspectos que confluyen para perpetuar conductas inadecuadas: la falta de una normativa suficiente sobre seguridad y calidad del cuidado, de un modelo de cuidado, de formación de los cuidadores, de controles, así como la falta de apoyo hacia el personal en situaciones que tienen repercusiones psíquicas y espirituales. De esta forma, la perspectiva de la propia vejez en los cuidadores se percibe con incertidumbre.

En sus conclusiones, la autora destaca que el cuidado de personas mayores es un trabajo con poco reconocimiento social. A su vez, en la relación de cuidado en las residencias influyen los altos índices de rotación, la jornada laboral extensa, la falta de supervisión (muchas residencias trabajaban sin ella o con un control inestable), la baja remuneración (en general un salario mínimo nacional), un número insuficiente de cuidadores y una baja cualificación de las personas que realizan este trabajo, como el nivel de conocimientos geriátrico-gerontológicos, las habilidades comunicacionales o para la resolución de conflictos. En este sentido, el personal que cuida, en las residencias estudiadas, fue más estable en el interior que en Montevideo.

La relación entre la mejora en la calidad de los servicios en los centros residenciales, las condiciones de trabajo y la formación de los cuidadores, son otros de los puntos a los que llega la autora tras el trabajo.




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